El enfermo imaginario
Dra Maria J. Amadoz Rivell - Medical College of Georgia
Escribo este texto en referencia al escrito, publicado recientemente en La Vanguardia.es, sobre la fibromialgia y el sindrome de fatiga crónica, de Jordi Calm.
Quisiera aportar mi grano de arena para tantos pacientes y familiares que han visto sus vidas afectadas por estas condiciones.
Soy una psiquiatra navarra afincada en Estados Unidos y, como a tantos colegas que comparten mi especialidad, los pacientes afectados por estos síndromes llegan a nuestras consultas después de haber sido evaluados por internistas, reumatólogos, especialistas en enfermedades infecciosas, quiroprácticos y, en numerosas ocasiones, después de haber experimentado con medicinas alternativas.
FM se incluyó en los manuales de diagnóstico de la American Medical Association en 1987 y SFC ha permanecido como una diagnosis de exclusión, es decir, un conjunto de síntomas que, por no corresponder a ningún espectro válido de una enfermedad reconocida, ha recibido una muy confusa nomenclatura y un estatus un tanto peculiar de enfermedad misteriosa.
Si estudiáramos los hallazgos objetivos y científicos de estos dos cuadros, en cuanto a posibles etiologías, factores contribuyentes, componentes genéticos y ambientales, trastornos psicológicos relacionados y posibles tratamientos, llegaríamos a la conclusión de que la poblacion cientifica se maneja con un sinfin de posibilidades que parecen coexistir de una manera poco coherente.
Desde mi prisma profesional, mis encuentros con los pacientes mantienen un par de datos objetivos. Vivir con dolor y cansancio crónico cambia la vida de todos y cada uno de ellos. Afecta sus relaciones familiares, extendiéndose a sus intercambios personales y profesionales, lo que significa una gran pérdida de uno mismo y del potencial propio de cada individuo.
Como cabe esperar, esta dinámica interfiere con la visión personal de futuro de cada paciente, con su concepto de identidad y su autoestima.
Este conglomerado depresivo perpetúa los síntomas de cansancio y dolor, forzando al individuo a sentir que vive en un circulo vicioso de malestar del que resulta imposible escapar. Poco a poco, y a pesar de lo infinitamente comprensivos que pueden ser muchos de los allegados, el termómetro de la compasión suele empezar a fallar (algo que, en sí mismo, es absolutamente humano ya que las enfermedades crónicas son una maratón de stress y no todos somos aptos para carreras de fondo). Este agotamiento emocional, percibido en los familiares y amigos, crea -a menudo- sentimientos de culpabilidad en el paciente, que lógicamente, agravan la depresión.
Y así, a lo Molière, lidiamos con estos "enfermos imaginarios", que no lo son (imaginarios), un poco a tientas, intentando mejorar aspectos de su condición de los que sí tenemos conocimiento.
Un psiquiatra dedicado puede combinar un enfoque de terapia de apoyo familiar con antidepresivos eficaces a la hora de controlar el dolor y tratar la depresión. No recomendaria lo uno sin lo otro. No ofrezco ninguna panacea pero tengo la conviccion de que una relacion sensible con un medico que llegue a conocer la situación del paciente a fondo, abre las puertas para intervenciones terapéuticas y farmacológicas diseñadas específicamente para cada individuo.
Este enfoque a la medida puede acabar traduciéndose en una mejoría significativa de la calidad de vida de estos pacientes y sus familias.
SSRIs, NSRIs y estabilizantes del humor o antiepilépticos, se usan regularmente para combatir estas enfermedades. Mejorar síntomas sin causar efectos secundarios es la regla de oro. Ese reto requiere tiempo, confianza y una buena relación con el médico.
La química personal del individuo define cada caso de manera diferente y a menudo es necesario probar diferentes medicamentos o combinaciones de los mismos hasta que se encuentra la fórmula idónea para cada paciente.
Hasta que estas enfermedades se revelen como entidades más claras en las que los tratamientos sean mas específicos, les aconsejaría que se esforzaran por encontrar un buen medico 'and stick with him or her'. Perseveren juntos por favor, hay esperanza, y a buen seguro que les merecerá la pena.
Quisiera aportar mi grano de arena para tantos pacientes y familiares que han visto sus vidas afectadas por estas condiciones.
Soy una psiquiatra navarra afincada en Estados Unidos y, como a tantos colegas que comparten mi especialidad, los pacientes afectados por estos síndromes llegan a nuestras consultas después de haber sido evaluados por internistas, reumatólogos, especialistas en enfermedades infecciosas, quiroprácticos y, en numerosas ocasiones, después de haber experimentado con medicinas alternativas.
FM se incluyó en los manuales de diagnóstico de la American Medical Association en 1987 y SFC ha permanecido como una diagnosis de exclusión, es decir, un conjunto de síntomas que, por no corresponder a ningún espectro válido de una enfermedad reconocida, ha recibido una muy confusa nomenclatura y un estatus un tanto peculiar de enfermedad misteriosa.
Si estudiáramos los hallazgos objetivos y científicos de estos dos cuadros, en cuanto a posibles etiologías, factores contribuyentes, componentes genéticos y ambientales, trastornos psicológicos relacionados y posibles tratamientos, llegaríamos a la conclusión de que la poblacion cientifica se maneja con un sinfin de posibilidades que parecen coexistir de una manera poco coherente.
Desde mi prisma profesional, mis encuentros con los pacientes mantienen un par de datos objetivos. Vivir con dolor y cansancio crónico cambia la vida de todos y cada uno de ellos. Afecta sus relaciones familiares, extendiéndose a sus intercambios personales y profesionales, lo que significa una gran pérdida de uno mismo y del potencial propio de cada individuo.
Como cabe esperar, esta dinámica interfiere con la visión personal de futuro de cada paciente, con su concepto de identidad y su autoestima.
Este conglomerado depresivo perpetúa los síntomas de cansancio y dolor, forzando al individuo a sentir que vive en un circulo vicioso de malestar del que resulta imposible escapar. Poco a poco, y a pesar de lo infinitamente comprensivos que pueden ser muchos de los allegados, el termómetro de la compasión suele empezar a fallar (algo que, en sí mismo, es absolutamente humano ya que las enfermedades crónicas son una maratón de stress y no todos somos aptos para carreras de fondo). Este agotamiento emocional, percibido en los familiares y amigos, crea -a menudo- sentimientos de culpabilidad en el paciente, que lógicamente, agravan la depresión.
Y así, a lo Molière, lidiamos con estos "enfermos imaginarios", que no lo son (imaginarios), un poco a tientas, intentando mejorar aspectos de su condición de los que sí tenemos conocimiento.
Un psiquiatra dedicado puede combinar un enfoque de terapia de apoyo familiar con antidepresivos eficaces a la hora de controlar el dolor y tratar la depresión. No recomendaria lo uno sin lo otro. No ofrezco ninguna panacea pero tengo la conviccion de que una relacion sensible con un medico que llegue a conocer la situación del paciente a fondo, abre las puertas para intervenciones terapéuticas y farmacológicas diseñadas específicamente para cada individuo.
Este enfoque a la medida puede acabar traduciéndose en una mejoría significativa de la calidad de vida de estos pacientes y sus familias.
SSRIs, NSRIs y estabilizantes del humor o antiepilépticos, se usan regularmente para combatir estas enfermedades. Mejorar síntomas sin causar efectos secundarios es la regla de oro. Ese reto requiere tiempo, confianza y una buena relación con el médico.
La química personal del individuo define cada caso de manera diferente y a menudo es necesario probar diferentes medicamentos o combinaciones de los mismos hasta que se encuentra la fórmula idónea para cada paciente.
Hasta que estas enfermedades se revelen como entidades más claras en las que los tratamientos sean mas específicos, les aconsejaría que se esforzaran por encontrar un buen medico 'and stick with him or her'. Perseveren juntos por favor, hay esperanza, y a buen seguro que les merecerá la pena.
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